miércoles, 30 de noviembre de 2016

RESPETO, NO TOLERANCIA.



Cuando Oscar Wilde publicó DE PROFUNDIS, muchas de esas personas que se atribuyen el privilegio de decidir lo que está bien o lo que está mal, le acusaron de llorón vengativo.

Reprochaban con acidez que desnudara su alma para describir, desde el corazón y las entrañas, el profundo dolor que le producía el caprichoso comportamiento de su amigo lord Alfred Douglas Bosie.

En esta obra epistolar, el poeta dublinés muestra la cruda amargura que la cobardía de su antiguo amigo le produce y le reprocha, entre otras cosas, su obsesión por el dinero y su hedonismo.

Hubo autores, como Rubén Darío, que le tuvieron siempre en alta estima. No obstante, la sociedad inglesa que antes le aplaudía sus excentricidades en el vestir y sus críticas a la moral victoriana, le dieron la espalda.

Murió pobre y abandonado, en París, en 1900. Rubén Darío publicó entonces: Un hombre acaba de morir, un verdadero y grande poeta, que pasó los últimos años de su existencia, cortada de repente, en el dolor, en la afrenta, y que ha querido irse del mundo al estar a las puertas de la miseria. Este hombre, este poeta, dotado de maravillosos dones de arte, ha tenido en su corta vida sobre la tierra los mayores triunfos que un artista pueda desear, y las más horribles desgracias que un espíritu puede resistir.

Oscar Wilde era conocido por ser dramaturgo, poeta, socialista y homosexual en un país en el que sus habitantes presumían de TOLERANTES, además de cultos y educados.  La doble moral de la Inglaterra victoriana se cobró con creces los irónicos ataques del dramaturgo, las singularidades del poeta, las diatribas del socialista y la diversidad del homosexual.


Esa sociedad tan tolerante fue la responsable de su quiebra financiera, ya que las librerías dejaron de vender sus libros; se hizo el boicot a los teatros en los que se representaban sus comedias y los comerciantes a quienes debía dinero, por poco que fuese, le demandaron inmisericordemente.

Las personas “tolerantes” deberían serlo por respetar las ideas, creencias o prácticas de los demás aunque sean contrarias a las propias. Lamentablemente, esa supuesta “tolerancia” no es más que un estrecho margen o límite (las llamadas modernamente “líneas rojas”) que se consiente a los demás en su comportamiento personal y forma de vida.

El respeto es otra cosa. No tiene franjas, ni fronteras, ni rangos ni puntos de no retorno. El respeto es admitir el derecho de cada cual a ser como es y derecho de ser aceptado por los demás tal como cada persona es.

¿Respeto o tolerancia?